La magia del Balneario Solán de Cabras
Cuando salimos del coche, nada más llegar al Balneario de Solán, el sonido hipnótico del agua corriendo me envolvió provocando en mi una sensación de paz como pocas veces había experimentado. Una ligera brisa movía las hojas de los árboles emitiendo esas notas de la naturaleza que, junto con las del agua, en ese preciso instante, componían para nosotros una sinfonía improvisada digna de los más grandes maestros de la música. Fueron unos segundos con la mente totalmente en blanco, unos segundos de calma casi sobrenatural que se rompieron en el momento en el que comencé a notar su presencia… Alguien me observaba desde algún punto de los jardines y yo no acertaba a distinguir de quién se trataba.
No fuimos directamente a la habitación, sino al restaurante en el que nos esperaban todos los #Amigosdeviaje y en el que nos deleitamos con exquisitos productos de Cuenca, como el ajoarriero o el morteruelo entre otros placeres gastronómicos. Conocimos la existencia de una empresa puesta en marcha por dos emprendedores que nos hicieron comprender lo que es la pasión por su trabajo. Cuenqueando se llaman y ofrecen unos servicios turísticos por la comarca con unas rutas guiadas que no podemos perdernos. Pasar de los jardines al restaurante era pasar de un mundo idílico por la magia del entorno a un mundo fabricado para la exaltación del sentido del gusto. Allí dentro ya no sentía esa misteriosa mirada…
Terminamos esa primera jornada, cansados y volvimos al envolvente sonido del agua. El tramo que va desde el restaurante a las habitaciones es un paseo de unos trescientos metros adornado por jardines y el río Cuervo que saluda, ahora iluminado por unos focos colocados con acierto, que sirven para iluminarlo y para que el propio río emita unos destellos y nos regale unas formas difícilmente imaginables si no vais allí a verlo con vuestros propios ojos. A mitad de camino, una fuente a la que llega el agua directamente desde el manantial y en la que puedes rellenar las botellas de la misma agua medicinal con la que las cabras se curaban de sus males hace ya más de 200 años. A la izquierda la piscina; pero como era de noche y no se apreciaba en todo su esplendor, a pesar de estar iluminada, pensé que era mejor dejarla para el día siguiente. La piscina, por cierto, se llena del agua que viene directamente del manantial y la que va sobrando se vierte directamente sobre las aguas del río Cuervo. Ni que decir tiene que sus propiedades son universalmente reconocidas a la hora de curar ciertos males físicos, además de ser uno de los mejores tratamientos para la piel, convirtiéndose en una suerte de elixir de la eterna juventud. Bueno, vale, quizás esté exagerando, pero el entorno invita a hacerlo y no está mal de vez en cuando dejarse llevar por estas sensaciones prohibidas en el frenético día a día de cada uno de nosotros. Llegamos a la recepción del hotel y la misteriosa mirada se clavaba de nuevo en mi cerebro.
Lo que vivimos y vimos en los dos días siguientes fue algo que todo el mundo debe vivir y ver al menos una vez en su vida. No tengo mucho espacio para contároslo y lo dejo para el próximo post. Lo que sí os digo es que, al marcharnos descubrí que sentado en un banco de hierro, estaba Don Baldomero, el fundador del balneario, inmortalizado en forma de estatua y observándolo todo desde un lugar privilegiado en los jardines.
No puedo decir si fue producto de mi imaginación o realmente Don Baldomero, impasible como una estatua, me lanzó una mirada penetrante e incluso podría asegurar que me guiñó un ojo mientras me decía en silencio que allí seguiría sentado, esperando que un día volviera para seguir disfrutando del paraíso que él mismo fundó hace muchos, muchos años.
Tranquilo Rafa, no estás solo…Yo también sentí esa mirada!
¡Ja,ja! Gracias, Mayte. Estaba el hombre ahí sentado y parecía que en cualquier momento iba a levantarse y venirse con nosotros 🙂